Hace sólo 20 años, la situación en Estocolmo, y en Suecia en general, era similar a la que hoy se vive en el área metropolitana de Buenos Aires. La basura era considerada un desperdicio que había que tener fuera de la vista y terminaba en rellenos sanitarios, muchas veces saturados. Ese modelo ya no es sostenible porque conlleva riesgos para el medio ambiente y la salud. Hoy los países más desarrollados piensan en la basura como un recurso valioso que se recicla para obtener nuevos productos y energía para las ciudades y el transporte.
El debate sobre la basura es de gran actualidad para Buenos Aires, que genera unas 5.800 toneladas por día que ponen al borde del colapso os rellenos de la Ceamse.
En Estocolmo, donde viven más de 2 millones de personas, se recicla el 98,6% de los residuos que se producen en las casas . ¿Cómo alcanzar semejante modelo? “Hubo cambios en la legislación. Uno fue que empresas y productores deben hacerse cargo de recuperar su producción, desde plásticos o cartones hasta los neumáticos de los vehículos”, explica a Clarín Sanna Due, de la Agencia de Protección Ambiental Sueca.
Ahora, la basura es vista como una materia prima que, simplificando, sufre tres grandes transformaciones: se recicla en nuevos materiales, se aprovecha biológicamente, o se usa como energía. Al final del proceso sólo el 1,4% terminará enterrado , sin mencionar que una ley prohíbe la disposición en rellenos de basura orgánica. “Cuando las empresas vieron su utilidad y comprendieron el negocio, fuimos más allá. Ahora hay leyes que protegen su propiedad: una vez que el vecino se deshizo del desperdicio, el Estado o determinadas empresas pasan a ser sus dueños”, completa Due.
¿Qué se hace con la basura? Una tercera parte termina reciclado para nuevos productos (ver Qué se hace...). En los barrios y supermercados, se ven puntos de recolección colocados por las empresas (que deben alcanzar ciertas metas de recuperación), donde los vecinos pueden dejar desde una botella de vino hasta las viejas cubiertas del auto. Otro caso es el de las botellas de plástico: al comprarlas, se paga una tasa (unos $ 0,60 para las de 500 cm3) que se recupera al devolverlas en el supermercado.
“Reciclar es importante, pero hay que ir más allá, hacia una ciudad sustentable”, marca Nils Lundkvist, de la Agencia de Manejo de Residuos de Estocolmo. Apunta al resto del proceso: parte de la basura orgánica va a plantas donde es almacenada en tanques “digestores” que por un proceso natural extraen biogás y compost (abono para el campo). Y el biogás se usa para los camiones recolectores.
Casi la mitad restante de basura entra al programa “Residuos a energía”, que es quemarlos . La tentación es imaginar chimeneas de humo negro. Pero en esas plantas se ven incineradores de última tecnología que como único residuo de su torre de más de 50 metros liberan CO2 a bajas temperaturas. La mitad de la planta tiene filtros para limpiar las emisiones. ¿No es el CO2 un gas de efecto invernadero? “Sí, pero es natural. Lo malo es quemar combustibles fósiles, gasoil o carbón (como se hace en muchos países, incluida Argentina), o liberar los gases de los rellenos sanitarios, sin contar las filtraciones de líquidos tóxicos hacia el suelo”, explica Mikael Hedström, jefe de la planta. Aquí usan la basura como combustible para producir electricidad y calefacción por tuberías de agua caliente, en los inviernos de hasta -30°.
La cadena se sostiene con la gente, porque la separación alcanza al 96% de los hogares . En Buenos Aires, cuando se colocaron contenedores diferenciados, muchos vecinos tiraban de todo en cualquier parte. En Estocolmo, la mejora se logró con campañas de educación. Y porque la gente tiene una cultura de cumplir las normas. Cada casa o complejo de departamentos tiene contenedores diferenciados, donde van el 91% del vidrio y el 82% de los envases. Y cada municipalidad puede definir reglas de recolección: en las más avanzadas, la gente separa hasta en ocho categorías. Otra diferencia con el modelo porteño es que no hay una tasa municipal de recolección (tipo ABL), sino que se paga como un servicio, con un básico y un plus en base a los kilos desechados.
Clarín visitó además un centro de reciclado, donde la gente lleva con sus autos más de 20 categorías de objetos, desde ramas de la poda de árboles, hasta viejas cocinas, pinturas o electrónicos.
“Aunque se aprovecha casi todo, la producción de basura crece. Este es el desafío para el futuro. Hay que pasar del reciclado a un modelo de prevención de producción de basura , con menos packaging y procesos más limpios”, señala Sanna Due. Además, se apunta a la reutilización de los productos y desalentar las mercancías descartables o de vida corta, y volver a los aparatos que puedan ser reparados. Y un último objetivo: cambiar la dirección del consumo, e incluso propiciar que se compren menos cosas innecesarias.
Clarín
Viernes 10 de Junio de 2011
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