Deutsche Welle (Alemania) / Por Susan Stone/Pablo Kummetz
El rugido de los jets no deja escuchar su zumbido, pero las abejas del aeropuerto de Fráncfort no se amedrentan: ayudan a medir la calidad del aire y tienen tiempo para hacer 300 kilos de miel.
Más de 53 millones de pasajeros y más de dos millones de toneladas de carga pasaron por el aeropuerto de Fráncfort del Meno en 2010. Y el número de pasajeros aumentará un siete por ciento en 2011. Fráncfort es el mayor aeropuerto de Alemania y el tercero de Europa.
Ello significa también que numerosos aviones, automóviles, autobuses y camiones emiten partículas, productos químicos y humo al aire en el aeropuerto y los alrededores.
En un área a cierta distancia de las pistas, sin embargo, humo es producido por el maestro apicultor Matthias Ullmann. En su mano tiene un recipiente lleno de ascuas de trozos de envases de cartón de huevos y pulpa seca de manzanas. El humo lo introduce en un agujero en una de doce colmenas apiladas.
Ullman forma parte de un equipo de investigadores del Instituto de Apicultura de la Universidad Goethe de Fráncfort que desde 2006 realiza en el aeropuerto un estudio de biomonitoreo.
“Las abejas son un buen indicador de la contaminación del aire”, dice Bernd Grünewald, que supervisa el proyecto. “Una colmena cubre unos 50 kilómetros cuadrados. En esa área recogen las abejas polen y néctar. Analizando la miel podemos constatar cuan contaminada está el área.”
Abejas felices y sanas
Los investigadores dicen que las abejas del aeropuerto son felices y están sanas. La tierra no cultivada de los alrededores ofrece una nutritiva mezcla de fruta y plantas. Si bien a las abejas las molestan las vibraciones del suelo, no así el ruido, que en aeropuerto es considerable.
Desde que comenzó un estudio del ruido, en 2002, Fraport, la empresa que opera el aeropuerto, ha financiado con 50 millones de euros el aislamiento acústico de las casas de los alrededores y destinará otros 100 millones para el mismo fin en los próximos dos años. Pero las abejas no necesitan ese tipo de protección, dice Ullmann.
"En cada una de las colmenas se registran hasta 150.000 salidas y aterrizajes por día. Pero no afectan el funcionamiento del aeropuerto. Y los ruidos del aeropuerto no afectan a las abejas. La armonía es total”, agrega.
Las aproximadamente 300.000 abejas recogen unos 38 kilos de néctar por día de los alrededores del aeropuerto. Suficiente para proporcionar una gran gama de información para el estudio de biomonitoreo y material de muestra para analizar el contenido de toxinas tales como plomo, cobre, zinc y cadmio.
El estudio de Grünewald es sólo uno de los componentes del control ambiental en el aeropuerto de Fráncfort, pero el que más atrae la atención. Para reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 30 por ciento, el aeropuerto produce su propia corriente con una central hidroeléctrica. Además ha instalado numerosos instrumentos en los alrededores del aeropuerto para medir la calidad del aire y las aguas freáticas, el volumen de residuos y el ruido.
Costoso, pero bueno para las relaciones públicas
Fraport publica los resultados del programa de monitoreo desde 2005, pero los datos –expresados en toneladas, kilos y microgramos— no son fáciles de interpretar para los legos. El programa de abejas, por el contrario, lo entiende todo el mundo. El estudio con las abejas es relativamente costoso, pero es muy positivo para las relaciones públicas.
“Los volúmenes de residuos contaminantes en la miel y el polen son muy bajos”, dice Grünewald. Agrega que “alcanzan valores de algunas partes por millón, menores, por ejemplo, que en el jamón o en el agua”. La conclusión: si la miel en el aeropuerto es de buena calidad, la calidad del aire también es buena.
Mientras Grünewald y su equipo desarrollan métodos para obtener más información de las abejas, otros se encargan de envasar la miel. En Navidad será regalada, junto con otros productos de la región, a los 13.000 empleados del aeropuerto.
Autores: Susan Stone/Pablo Kummetz
Editor: José Ospina Valencia
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