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Campana, Buenos Aires, Argentina

viernes, 17 de diciembre de 2010

Buenos Aires, cada vez más ruidosa


Buenos Aires, cada vez más ruidosa
Aunque existe la ley 1540, que regula la emisión de ruido, ni el gobierno la hace cumplir ni los porteños la respetan

No es extraño y, por lo tanto, no nos llama la atención, como debería, que la ciudad de Buenos Aires ocupe el cuarto lugar entre las más ruidosas del mundo (superada en la actualidad sólo por Tokio, Nagasaki y Nueva York), una ubicación que se mantiene inamovible desde 2008. Basta con salir a la calle un día de semana en las llamadas "horas pico" para sentir que el grado de aturdimiento y, en muchos casos, de temporaria sordera va aumentando rápidamente.

Sin embargo, y como corresponde a una megalópolis moderna, la ciudad tiene desde 2007 una ley, la 1540, que regula la emisión de ruido y establece fuertes penalidades, pero los habitantes no se dan por aludidos y el grado de contaminación sonora crece. El organismo encargado de hacer cumplir la ley 1540 es la Agencia de Protección Ambiental, pero ocurre que, en general, los ciudadanos desconocen el daño que les produce estar sometidos a un nivel de ruido tan alto como el que hay, por ejemplo, en ciertas esquinas de la ciudad: 9 de Julio y Avenida de Mayo; 9 de Julio y Corrientes o Las Heras y Callao.

Un nivel de ruido que, según los parámetros de la Organización Mundial de la salud (OMS), supere los 70 decibeles (dB) resulta muy molesto, pero si supera los 90 dB se vuelve dañino y este tipo de daño es, lamentablemente, irreversible.

En realidad, vivimos en sociedades del ruido, no importa dónde estemos. Como desde la industria del audio y del espectáculo se promueve el mayor nivel sonoro entre los que concurren, por ejemplo, a una discoteca, se va formando un círculo vicioso que exige cada vez más sonido, porque los que participan se van ensordeciendo sin saberlo.

Según la OMS, hay en todo el mundo 120 millones de personas con problemas auditivos, causados por estar o haber estado expuesto a grandes niveles de contaminación sonora. Hay otras consecuencias de esas exposiciones, como el estrés por ruido, problemas para conciliar el sueño o insomnio, depresión, ansiedad, irritabilidad o agresividad.

No cabe duda de que, en las calles de Buenos Aires, es el transporte urbano el mayor causante de ruido; sin embargo, contribuyen a él en gran medida y hasta con entusiasmo aquellos ciudadanos que tocan bocina por cualquier cosa, que escuchan la música a todo volumen o que frenan y arrancan ensordecedoramente.

Es de desear que urgentemente surjan respuestas a este problema que afecta el espacio común. Tanto del gobierno porteño, que ejerce su poder preventivo y correctivo, como de parte de los ciudadanos, que deben empezar de una buena vez a respetar las más elementales normas de convivencia y de conducta en la calle. Después de todo, se trata de nuestra salud y de nuestra calidad de vida.

La Nación
Viernes 17 de Diciembre de 2010

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