En la cordillera de los Andes oscurece muy temprano. En las inmediaciones del Ecuador, el sol de pone alrededor de las seis de la tarde. Con pequeñas variaciones a lo largo del año, la noche se alarga por espacio de unas doce horas. Una circunstancia que, en Lima o en Quito, no supone ningún contratiempo. Como en los países industrializados, para combatir la oscuridad tan sólo hace falta echar mano del interruptor de la luz. En algunas aldeas de los Andes, sin embargo, la cosa no es tan sencilla: a menudo, las regiones apartadas no están conectadas a la red eléctrica.
El dilema de la periferia
Pero no sólo en Latinoamérica, las luces permanecen a menudo apagadas. En todo el mundo, 1.600 millones de personas no tienen acceso a la electricidad. Un tipo de vida desconocido en Europa o en Norteamérica desde hace ya más de un siglo. Una vida orientada a los cambios de estación y a la salida y la puesta de sol. Los más afectados son aquellas personas que viven alejadas de los centros urbanos. El dilema de la periferia es conocido. Un dilema que se puede resolver con el desarrollo de las energías regenerativas, susceptibles de emplearse de forma descentralizada.
Ver células solares instaladas en el tejado de una choza en el denominado Tercer Mundo ya no es algo insólito. Ahora, la energía solar cuenta con otro aliado: los microgeneradores eólicos, que pueden cubrir la demanda de electricidad de hogares y explotaciones agrícolas de forma fácilmente manejable y neutral con el medio ambiente.
"Los pequeños generadores eólicos son una auténtica oportunidad para los países en vías de desarrollo", explica UlfGerder, de la Asociación Federal de Energía Eólica (BWE, por las siglas en alemán). En Mongolia, por ejemplo, las pequeñas instalaciones suponen a menudo la única fuente de electricidad para los nómadas. Los rotores eólicos son tan pequeños que pueden transportarse a caballo.
El desarrollo necesita energía
La energía es un requisito para el desarrollo económico. A menudo, los habitantes de países pobres dependen de generadores diésel o baterías para generar electricidad. Algo que no sólo resulta caro, sino que también supone una forma de generación de energía perjudicial para el medio ambiente. Con los minigeneradores eólicos es posible conjugar la lucha contra la pobreza y la protección del medio ambiente.
Con ese objetivo, la Organización No Gubernamental (ONG) Green Africa trabaja en la instalación de pequeños equipos eólicos en África oriental. Particularmente, en Kenia, Burundi y Ruanda. "El acceso a la electricidad repercute positivamente en numerosas áreas de la vida", explica KefaRabah, de Green Africa. Las personas, por ejemplo, pueden cargar sus celulares en casa, cuando antes se veían obligadas a desplazarse varios kilómetros hasta la ciudad más cercana. En muchas regiones de África, los teléfonos celulares son la única posibilidad de comunicación.
Según Rabah, disponer de electricidad también ha mejorado el acceso a la enseñanza: "los hijos de los pastores de cabras, que antes volvían a casa al anochecer, ahora pueden leer durante un par de horas y acabar los deberes".
Una opción para Europa
Pero las pequeñas instalaciones eólicas no son una opción tan sólo para los países emergentes o en vías de desarrollo. También en Europa y Norteamérica, cada vez más personas optan por esta forma de generación de energía sostenible. Para proteger el medio ambiente, pero también por motivos económicos. En muchos países, los gobiernos nacionales apoyan el suministro a la red de energía producida de forma sostenible.
Los microgeneradores eólicos, sin embargo, cuentan con una grave desventaja, cuando menos para los usuarios alemanes: mientras la electricidad suministrada a la red por las instalaciones fotovoltaicas se bonifica con entre 24 y 42 céntimos por kilovatio-hora, la energía eólica se recompensa con tan sólo 9 céntimos.
"Las energías eólica y solar no deberían competir entre ellas, sino complementarse", recomienda Gerder, de la BWE. De hecho, ya existen formas híbridas de uso conjunto de energía solar y eólica.
Los minigeneradores eólicos crean escuela
También en la pobre y difícilmente accesible provincia peruana de Cajamarca, el apoyo de la ONG "Soluciones prácticas" ha supuesto un soplo de aire fresco: gracias a las pequeñas instalaciones, más de 4.000 familias pueden cubrir su consumo diario de 0,3 kilovatios-hora.
Para que los habitantes de las aldeas puedan mantener por sí mismos las instalaciones, en cada lugar hay técnicos capaces de cambiar las baterías de los rotores y llevar a cabo las reparaciones pertinentes. Además, "Soluciones prácticas" ha habilitado un centro de formación sobre suministro alternativo de electricidad con el objetivo de exportar el exitoso modelo a otras regiones apartadas.
Porque los minigeneradores eólicos no sólo suministran electricidad limpia. Además, ofrecen a los habitantes de las regiones más remotas del mundo la posibilidad de moverse de la periferia hacia el centro. En la región andina de Cajamarca se ha llevado un poco de luz a la oscuridad.
Clarín
Jueves 16 de Diciembre de 2010
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