Es normal hablar de “accidente laboral”. Durante años se ha pensado que el fracturarse un dedo, caerse desde un andamio o herirse un ojo con una astilla, formaba parte de los riesgos inherentes a la tarea. Algo así como un “mal inevitable”, los gajes propios del oficio.
Es normal hablar de "accidente laboral". Durante años se ha pensado que el fracturarse un dedo, caerse desde un andamio o herirse un ojo con una astilla, formaba parte de los riesgos inherentes a la tarea. Algo así como un "mal inevitable", los gajes propios del oficio. La modernidad con la formidable idea la prevención como estrategia racional, ha demostrado que esto es inexacto. Pero más aún, el concepto mismo de "accidente" debe ser revisado por inadecuado. Veamos su significado en el diccionario: "Cualidad o estado que aparece en algo, sin que sea parte de su esencia o naturaleza". Sería entonces un evento sincrónico que no está directamente relacionado con la dimensión afectada. Tiene más que ver con el azar que con un determinismo complejo, es decir caótico. Y el "accidente laboral" no es para nada esto. Tiene causalidad, motivación y previsibilidad pronostica. El método moderno del análisis del "árbol de causas" muestra claramente porqué se ha producido un hecho siniestro y por lo tanto indica también cómo pudo haber sido evitado. Es adecuado hablar de "riesgo previsible". El concepto de "riesgo" refiere a una contingencia o la proximidad de un daño. Lo previsible entra dentro de lo normal, es decir que estadísticamente puede anticiparse. Cuando el riesgo previsible se potencia con la aparición del "factor incidental", entonces estamos en la puerta del siniestro, que se dispara finalmente con la respuesta por acción u omisión del protagonista. El factor humano termina el proceso agravándolo o escapando defensivamente. Cansancio, conflicto relacional, miedo a cometer errores, ordenes confusas o contradictorias, suelen coadyuvar en conductas desencadenantes a partir de condiciones predisponentes de riesgo. Con un ejemplo: supongamos que un trabajador manipula un regulador de presión de oxígeno y al girarlo éste se fragmenta saltando en pedazos, hiriendo y quemándole la mano. El episodio solo es pensado en términos de "accidente", es decir como la ocurrencia de un hecho indeseado y en general inevitable, dado que proviene del azar. Sin embargo se asume que ante la posibilidad de un hecho similar, hay que estar protegido. Pero lo evitable -traducido en la baja de la tasa de ocurrencia que debe tender al ideal de cero- no es solo la consecuencia en la salud del trabajador, sino la ocurrencia misma del siniestro. La tarea de manipulación de un contenido bajo alta presión implica siempre riesgo potencial que aumenta en probabilidad si no se controlan las variables incidentales objetivas y subjetivas: calidad del material, mantenimiento, disponibilidad de enseres de protección, entrenamiento del personal, etc. Estos son factores objetivos vinculados al recurso y los roles disponibles. La negligencia de la organización (ausencia de normas que obliguen al uso de guantes aisladores, antiparras) y la incompetencia, omnipotencia mágica (a mi no puede pasarme nada) o imprudencia del trabajador (hacer la tarea sin solicitar elementos protectores o disponerlos y no usarlos) son parte de la respuesta del factor humano. Al hablar de factores de riesgo y de factores incidentales estamos poniendo las cosas en su lugar, ya que se iluminan las cuádruples condiciones de producción de un siniestro: las inherentes a 1) las características del objeto, 2) al entorno, mantenimiento y calidad 3) manipulación técnica y control profesional de los procesos derivados y 4) respuesta subjetiva de la persona en función de su estado emocional. La prevención como táctica operante apunta a la reducción o eliminación del siniestro. Pero se hace necesario que la idea de prevención pase de ser una "táctica" a ser parte de un "pensamiento estratégico" de la empresa. Cuando la prevención se establece como actitud permanente y se incorpora a cada gesto del proceso laboral, logra cambiar la cultura de la organización y de esa manera el "accidente" queda reducido a la remota eventualidad casi siempre proveniente desde afuera del sistema que provocado por este. La caída de un rayo, por ejemplo. La actual Ley 24557 sobre Riesgos del Trabajo promulgada en 1995, dice claramente en el apartado primero, que busca "reducir la siniestralidad laboral a través de la prevención de los riesgos derivados del trabajo". Según la Superintencia de Riesgos del Trabajo (SRT), en el año 2006 sobre una cobertura de 6 millones de trabajadores, más de 570 mil sufrieron alguna lesión. Sin contar al sector informal, donde el número de afectados suele ser mayor. Por eso garantizar la calidad de la vida laboral no solo es un imperativo ético y sanitario sino la meta de una buena administración.Fuente: Alberto Farias- Consultor en RRHH- www.alfariasconsultor.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario